En Salta Capital, en un Barrio
periférico y olvidado de dicha ciudad, la educación transgrede realidades y se
convierte en el medio principal de la relación de respeto y afecto entre
alumnos y su maestra diversa. La historia de una realidad que a muchas
otras personas trans les tocó vivir antes de la apertura social hacia la
diversidad y la Ley de Identidad de
Género.
Entre Casas precarias y calles de ripio encontramos a Perla, una mujer
trans de edad mayor. Ella, quien estudió y se recibió en la carrera de
Profesorado de Filosofía en la ciudad de Córdoba, hoy enseña y ejerce la
vocación docente en el Barrio Primera Junta.
Nacida en Córdoba, vivió en su ciudad hasta lograr concluir sus
estudios. Fue entonces, por la época que
le tocó vivir, Perla se vio obligada a dejar su lugar atrás. Ser ella no estaba
bien visto, ni aceptado socialmente para ser una maestra. Luego de haberse
recibido como maestra, no pudo ejercer su profesión, no por no haberlo
intentado o ser incapaz, sino por no haber encontrado puertas abiertas a su
condición.
Tuvo que dejar atrás su ciudad de origen por la discriminación y la
exclusión que sufría y, por la necesidad de encontrar una vida tranquila. Así
se instaló en Salta Capital, donde vive en condiciones precarias, habitando un
colectivo que ella misma acondicionó como su hogar. Levantó una división hecha
de bloques que cierran el terreno. Con un pizarrón de chapa, sillas, que sacó
del colectivo, y una mesa de carretel de cables de alumbrado público ambientó el
predio para dictar clases. Niños, niñas y jóvenes adolescentes concurren a
diario por las clases de apoyo con el objetivo de entender y repasar los
diversos temas que reciben en las escuelas y colegios.
Es conmovedor ser testigos de cómo sus estudiantes, con la mente sin
prejuicios, la llaman por su nombre, respetando quien es verdaderamente: la señorita
Perla. Y luego de cada jornada, ellos le agradecen por el tiempo y saberes que
ella proporciona..
A pesar de la realidad que le tocó vivir, son tantas las ganas de
progresar de Perla, que ella no solo se quedó con su título de Profesora de
Filosofía, sino que se interiorizó en otros saberes como, matemáticas, lengua,
ciencias sociales, naturales, geografía, entre otras ciencias. Fue adquiriendo
y aprendiendo nuevos oficios, como
peluquería y técnica dental.
Asegura, con voz firme, que libros y materiales de estudio y
didácticos, los recoge de un basurero cercano.
Además, confiesa que, en su infancia y adolescencia, nunca imaginó pasar
por estas necesidades, ni imaginó vivir de este modo. Pero no se avergüenza de
esto, ni de su actual hogar. Para ella solo “es vergüenza ser ladrón”.
Tampoco Perla se arrepiente de sus decisiones, y agradece a Dios haberle dado fuerzas para seguir adelante
después de tantas adversidades. Agradece a la Ley de Identidad de Género
obtenida, y, por sobre todo, agradece a
la vida que con el afecto de sus alumnos le enseñó que la alegría, el amor y el
saber se pueden encontrar en cualquier lugar.
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