miércoles, 19 de octubre de 2016

Mis desafortunadas interpretaciones sobre mi visión del género travesti

 

La foto de una discordia por un mal entendido
que debe superarse (2016-10-19)


Aclaraciones sobre las desafortunadas interpretaciones por parte de miembros de la comunidad trans y de algunas mujeres a cerca de mis dichos en un texto de pié de imagen sobre los varones en la marcha del Miércoles Negro (2016-10-19) en repudio de la violencia de género, en Salta.


2016-10-19 VARONES de la marcha 
(click para ver el album fotográfico)
Las marchas en repudio de las violencias de género encuentran hoy una gran participación de varones. ¿Quiénes son? ¿Cómo apoyan a las mujeres? ¿Suman estrategias en contra del patriarcado? ¿Construyen agendas propias de trabajo? Esta tarde en Salta. Plaza 9 de Julio. #NiUnaMenos Salta también se vistió de negro.

Lohana, 2013; Marta Cesar, 2024.


Contenidos:

Hacia una praxis del cuidado y la deconstrucción

 

 

2016. Origen y propósito de mi discurso

En estos días próximos a sucedido el hecho de la denuncia y la violencia que he generado, y a partir de continuar reflexionando sobre el audio más arriba, que fue mi mensaje público de una primera aclaración, es mi intención continuar “re pensando” este hecho de rechazo que me produjo dolor por el rechazo de muchas personas que son parte importante del espacio en que vivo y de las ideas que me sostienen y en las que construyo mi identidad.

Quiero aclarar y disculparme por algunos dichos y opiniones que, sin quererlo, generaron ofensa, especialmente en mis compañeras trans. La controversia surgió a partir de una apreciación mía sobre la participación de los varones en la marcha de repudio a la violencia de género, y de otra sobre el movimiento trans en general, que escribí como pie de foto de dos compañeras. Mi propósito principal es expresar mi arrepentimiento por el malestar que causé y contextualizar mis pensamientos, aunque al mismo tiempo, siento que es una oportunidad para plantear una preocupación más profunda sobre la dirección de nuestro movimiento.

 

Disculpas y reafirmación de solidaridad

Lamento profundamente el malestar que pude ocasionar. Deseo, de todo corazón, dialogar con las compañeras afectadas. Quiero que sepan que me considero parte del mismo campo popular, de las luchas por la igualdad y de la universidad pública y popular de Salta. Hemos compartido espacios y estrategias en la Mesa de la Diversidad del Ministerio de Derechos Humanos. Y quiero ser muy claro: nunca, nunca le faltaría el respeto de tratar como varón a quien quiera y a quien pida ser tratada como mujer.

 

La confusión y el "Universal"

Según entiendo, la confusión se originó porque tomé una singularidad, las personas que aparecían en esa imagen, en lugar de entenderlo como un "universal" que involucra a todo el movimiento trans y al movimiento LGBT en su conjunto. En mi ingenuidad, creí que estaba homenajeando la fuerza para sostener la diversidad de las compañeras trans con mi comentario, y reconozco que fue un error.

 

Mi preocupación por la desestabilización y la despolitización

Más allá de mis disculpas, siento una preocupación fundamental por la desestabilización y la despolitización que percibo en el movimiento. Veo una diferencia entre las conquistas de un movimiento de base, que se originó en identidades sólidas en los últimos diez años, y las actuales luchas políticas que veo en la burocracia del Estado.

 

El poder desestabilizador de los cuerpos trans

Mi argumento es que la verdadera fuerza que nos permitió avanzar contra el patriarcado en los últimos años, lo que se materializó en las leyes de matrimonio igualitario y la Ley de Identidad de Género, fue el poder desestabilizador de los cuerpos de mis compañeras trans. Este poder reside en desafiar la terrible dualidad biológica que nos hace creer que solo podemos ser varón o mujer.

 

Mi Crítica a la "asimilación total" a la identidad de mujer

Mi preocupación central es que este poder desestabilizador se pierde cuando las compañeras, a las que respeto muchísimo, se asimilan en su totalidad a la identidad de la mujer. Al hacerlo, pierden lo más preciado que tienen: el aprendizaje inconmensurable que se tiene al haber podido en este mundo ser varón y ser mujer. Yo lo considero un privilegio que no muchas personas pueden tener en la vida, y es por eso que las respeto y admiro.

Me desilusiona que hoy pareciera que se trata de camuflarse en una idea tirana, en una idea más estable y más conservadora que nunca de ser mujeres a rajatabla. Para mí, la potencia no está en ser mujeres, sino en la desestabilización de lo masculino y de lo femenino cuando eso se asimila a lo biológico. Me pregunto desde cuándo el sexo biológico y la asimilación a un deseo de adquirir una identidad de ser mujer se convirtió en algo más importante que la desestabilización del patriarcado.

 

Identificación del verdadero enemigo

Quiero que quede claro que el verdadero enemigo es el patriarcado. Siento que hay luchas de poder que, por otra parte, son imaginarias y se dan por la burocracia Estatal, fragmentando a los militantes. Insisto en que el enemigo no soy yo.

 

Movimiento trans y feminismo: una tensión de discursos en la lucha antipatriarcal

“Masticaciones” de 2016.

Como militante, he visto cómo el discurso político, en su afán por consolidar un frente de lucha unificado, muchas veces se enfrenta a las tensiones y divergencias que emergen desde dentro del propio campo de batalla. En 2016, me vi en la posición de disculparme por una serie de comentarios que generaron controversia, particularmente con mis "compañeras trans". A través de mi disculpa, sin embargo, articulé una serie de proposiciones que revelan mi visión particular sobre la dirección del movimiento antipatriarcal. Exploro aquí  las ideas centrales de mi discurso, a la luz de las complejas dinámicas de la lucha por la igualdad y el reconocimiento.

Mi primera proposición se centra en lo que yo llamo el "poder desestabilizador de los cuerpos trans". Sostengo que la verdadera potencia del movimiento antipatriarcal no reside en un simple cambio de legislaciones, sino en la capacidad ontológica de los cuerpos trans para subvertir el binario de género. Según mi lógica, el éxito de la lucha se materializó en avances como las leyes de matrimonio igualitario y la Ley de Identidad de Género precisamente porque el movimiento trans desafió la "terrible dualidad biológica" de "varón" y "mujer". Esta idea, si bien reconoce la centralidad de la experiencia trans, la enmarca como una herramienta política con una función específica: desestabilizar.

Esta visión, se ve complejizada por mi segunda proposición, una crítica a la "asimilación total a la identidad de la mujer". Desde mi perspectiva, cuando las mujeres trans afirman plenamente su identidad de género, pierden el "privilegio" de haber experimentado la vida desde una doble perspectiva. Para mí, este "aprendizaje inconmensurable" es lo que les otorga su potencial subversivo. Mi decepción radica en lo que percibo como un "camuflaje en una idea tirana" de ser "mujeres a rajatabla". Comprendo que planteo una tensión significativa: celebro la desestabilización pero al mismo tiempo parece que quiero dictar cómo debe manifestarse esa desestabilización. La afirmación de una identidad, en mi discurso, es vista como una renuncia a la radicalidad, lo cual contradice la propia historia del movimiento que luchó por el derecho a esa afirmación.

Mi tercera proposición del discurso busca reorientar el debate hacia un enemigo común: el patriarcado. Critico lo que considero "luchas de poder imaginarias" que fragmentan el movimiento. Si bien la idea de la unidad ante el enemigo común es fundamental, mi disonancia aparece cuando insisto en que "el enemigo no soy yo", colocándome fuera de la ecuación y surgiendo que el malestar causado es una distracción del objetivo principal, ignorando que las luchas internas por la validación de la identidad son, en sí mismas, parte de la lucha antipatriarcal.

Finalmente, mi disculpa, aunque necesaria, no es un acto de pura contrición, sino que está profundamente entrelazada con la necesidad de contextualizar y justificar mis ideas. Reafirmo mi solidaridad con el movimiento, mi pertenencia al "campo popular" y mi compromiso con la universidad pública; pretendo ser un aliado genuino. Sin embargo, mi disculpa se convierte en una plataforma para la crítica, demostrando que para mí el incidente no era simplemente un error, sino una oportunidad para debatir la dirección ideológica del movimiento. En este sentido, comprendo que mi disculpa en profundamente política, porque se vuelve un acto estratégico más que una simple retractación.

Intenté expresar una visión compleja y en ciertos aspectos problemática de la lucha antipatriarcal. Aunque reconozco el poder subversivo del movimiento trans, lo hago desde una perspectiva que limita su agencia y su derecho a la autodeterminación. Mi crítica a la "asimilación" y mi enfoque en un "privilegio" de la experiencia binaria chocan con la demanda central del movimiento trans por el reconocimiento y la validación de su identidad. Mi discurso, más allá de ser una simple disculpa, es un ejemplo de las tensiones internas que el feminismo y el activismo queer deben navegar en su camino hacia la equidad.

Resuenan por estos días, con pesar, la bronca que desperté entre mis docentes universitarias y compañeras militantes, sobre todo la respuesta de Marta Cesar, una formidable activista del movimiento feminista salteño, cuando intenté “teorizar” con ella lo que había hecho. “Si querés teorizar armate una cátedra en la Universidad, esto es LA CALLE!”. También la denuncia en INADI que me produjo bronca y dolor! Merecido. Luego de aluna manera, pude volver a abrazarme con mis compañeras tans, y compañeras de universidad, además.  

 

Posición y evolución: un repensar desde 2016 a 2025

A diez años de aquel hecho y de mis reflexiones sobre la identidad política del movimiento, he cambiado junto con la sociedad y la comunidad teórica. Intento en estos días de 2025 y en el marco de diplomaturas en masculinidades que curso, además de mis decisiones frente a mi trabajo en el Estado y la Academia, repensar y continuar teorizando, que es, en esencia, replantearme a mí mismo.

En el contexto de 2016: En ese momento, mis proposiciones podían ser vistas como parte de un debate más amplio dentro del activismo queer y feminista. Mi enfoque en el poder subversivo de la identidad trans y mi crítica a la rigidez de las categorías de género eran temas relevantes. Sin embargo, mi argumento sobre la "asimilación" y la pérdida de "privilegio" entiendo hoy que era problemático. Al hablar de un "privilegio" en haber "sido varón y ser mujer," esencialmente patologicé la transición y perpetué una visión cisnormativa, donde la identidad de la mujer trans es vista como una decisión que pierde valor en lugar de una afirmación de su identidad genuina. Esta perspectiva, aunque la presentaba como una crítica al patriarcado, puede ser interpretada como una forma de control ideológico sobre cómo las identidades trans deberían "existir" para ser consideradas valiosas o "útiles" para el movimiento. Entiendo que no me puedo adjudicar semejante pretensión.

En la actualidad (una década después): A la luz de los cambios que he observado, mi posición ha quedado considerablemente desfasada y en gran parte invalidada por la evolución del pensamiento feminista y los estudios de género en Argentina.

  • Alianzas con el movimiento LGBT: La consolidación de estas alianzas ha fortalecido la idea de que la lucha contra el patriarcado debe ser interseccional y unificada. Mi argumento, que criticaba la "asimilación" de las mujeres trans, va ahora en contra de esta unidad. Hoy en día, el foco se ha movido hacia la afirmación de la identidad como punto de partida para la lucha, en lugar de cuestionar esa identidad en función de su supuesta utilidad política. El concepto de que la identidad de una mujer trans pierde "potencia subversiva" por el mero hecho de afirmarse como mujer es una visión que el feminismo actual en Argentina, con su enfoque en la solidaridad y la inclusión, rechazaría.
  • Estudios de masculinidades y grupos militantes de varones: La emergencia de estos grupos, sobre todo desde 2010 en adelante concomitantes con la sanción de las leyes de matrimonio igualitario e identidad de genero; grupos que critican el patriarcado desde la experiencia de los varones, ha reforzado el entendimiento de que la desnaturalización del patriarcado es una tarea que nos involucra a todos los géneros. Mi posición en 2016, que se centraba en el "deber" de los cuerpos trans de ser disruptivos, se desvía de este enfoque más colaborativo e inclusivo. El debate actual se centra menos en cómo un grupo debe "desestabilizar" al patriarcado y más en cómo todos podemos trabajar en conjunto para desmantelarlo.

Valoración de mi posición en el contexto de los discursos disidentes

Entiendo que hoy día, mi posición puede ser valorada como parte de los "discursos disidentes" a la hegemonía de la teoría feminista, pero de una manera ambivalente y en gran medida caduca.

  • En 2016: podría haber sido considerada una crítica "incómoda" pero potencialmente relevante sobre la dirección del movimiento, un llamado a reflexionar sobre la radicalidad y el "potencial subversivo" de la lucha. Su valor residía en el desafío que lanzaba a una posible "normalización" de las identidades trans.
  • Hoy: mi posición es seguramente percibida como una forma de disidencia conservadora o desactualizada. Aunque se presenta como una crítica radical, en la práctica, mi discurso refuerza la idea de que las identidades trans deben validarse a través de su "utilidad" para el movimiento, en lugar de ser respetadas y afirmadas por sí mismas. Mi enfoque, que prioriza una "potencia subversiva" sobre la autodeterminación y la solidaridad, es incompatible con las corrientes actuales del feminismo y el activismo queer en Argentina, que buscan una alianza fuerte y sin fisuras en la lucha contra la violencia y la opresión patriarcal. La idea de que una mujer trans "pierde" algo valioso al "asimilarse" es profundamente problemática y se alinea más con una visión esencialista de la identidad que el movimiento ha trabajado arduamente para deconstruir.

 

La posición de Lohana Berkins: un repensar desde la proximidad

Por 2016, yo estaba inmerso en los discursos de Lohana Berkins, a quien había conocido en las zonas liberadas para la explotación sexual del Parque San Martín (al decir de Sonia Sánchez, ex CTA), en Salta, antes de que ella migrara a Buenos Aires y conociera a las teóricas del feminismo argentino de la UBA y, posteriormente, a las internacionales. Sin embargo, mi lectura como varón situado de su propuesta sobre el esencialismo me ponía lentes opacos para entender las motivaciones de Lohana. Esas motivaciones, que tras su muerte y a diez años, recién ahora puedo "empezar a masticar."

Para entender la posición de activistas como Lohana y otros referentes travestis de su generación, es fundamental situar su lucha política en un contexto histórico específico. Sus discursos, a diferencia de mi visión de 2016, no buscaban "asimilarse" a una categoría hegemónica, sino que proponían una tercera posición que afirmaba la identidad travesti como una categoría política y ontológica en sí misma, con sus propias particularidades y demandas.

El núcleo central de su discurso era la lucha por el reconocimiento legal de la identidad travesti en el documento de identidad. Esta demanda no era meramente burocrática; era un acto de subversión política que buscaba la visibilidad y la existencia legal de una identidad históricamente negada y perseguida. Para estas activistas, el documento no era solo una formalidad, sino la base para acceder a derechos básicos como la salud, la educación y el trabajo, y dejar de ser consideradas delincuentes. Se trataba de un acto de reapropiación del discurso, donde el término "travesti," utilizado históricamente de forma peyorativa, fue resignificado por el movimiento para construir una identidad colectiva y un proyecto político propio. La demanda de una tercera categoría en el DNI (Documento Nacional de Identidad) consolidaba esta autonomía.

Cuando Lohana hablaba políticamente, se trataba de un cuestionamiento del binarismo desde una categoría propia. La suya, la del colectivo trans, no la mía, como varón que buscaba deconstruirse también para poder vivir, eso nos unía, nos ponía en tensión. A diferencia de mi percepción de 2016, que criticaba la "asimilación," la posición de Berkins y otras activistas buscaba desafiar el binarismo de género al afirmar una identidad que se negaba a encajar en las categorías binarias tradicionales. No se trataba de ser "mujer a rajatabla," sino de ser travesti, y su lucha política era, en sí misma, la desestabilización del sistema sexo-género. Muchos varones en ese momento no lo teníamos tan claro.

 

El límite de la "vida vivida" y la imaginación política: quién como ellas!

La reflexión sobre la lucha de las activistas de la generación de Lohana me lleva a conectar con otra idea fundamental: el concepto de una "vida vivida" y cómo esa experiencia puede limitar la imaginación de las proposiciones que hoy, en 2025, consideramos "logros" del feminismo y el activismo queer. Y un campo de problematización para los estudios de las masculinidades.

La lucha de esas generaciones, nacidas en los años 60 y 70 en Argentina, se centró en la supervivencia frente a una realidad de extrema marginalidad y violencia sistémica. En este contexto, la identidad y el nombre no eran conceptos teóricos abstractos, sino herramientas concretas de resistencia. La posibilidad de "ser" a través de un documento era la máxima aspiración política. A diferencia de las nuevas olas de activismo que en 2025 pueden permitirse un enfoque más fluido y de desconstrucción del género, para una generación que luchó y murió por el derecho a simplemente ser, la fluidez puede percibirse como un lujo o incluso una desvalorización de su historia de resistencia.

La identidad como herramienta política fue forjada en la calle, en la resistencia a la represión policial y en la solidaridad mutua, como bien me señaló la feminista y activista salteña Marta Cesar, justamente, en una vereda del centro salteño. La firmeza en la identidad era un pilar de la lucha política. Esto contrasta con los logros de 2025 como la interseccionalidad o los estudios de masculinidades, que si bien son valiosos, pueden chocar con una visión del mundo forjada en la opresión directa y la lucha por el reconocimiento básico. La "vida vivida" de estas activistas les enseñó que la identidad era la primera batalla a ganar. La necesidad de una categoría propia, como "travesti" o "trans," en el documento de identidad era el punto de partida para cualquier otra lucha.

Por lo tanto, mientras que en 2025 la teoría queer puede enfocarse en la deconstrucción de las categorías y la abolición de la identidad fija como objetivo político, para las generaciones que lucharon por el derecho a tener una identidad, su propia "vida vivida" se erige como un recordatorio de que, a veces, la afirmación de una categoría es, en sí misma, el acto más radical y necesario. Su experiencia no anula los avances actuales, sino que les da una perspectiva histórica y un límite basado en el dolor y la resistencia que no se puede ignorar.

 

El Rol de los teóricos varones y las masculinidades

Las reflexiones sobre la "vida vivida" de las activistas travestis, y el límite que su experiencia impone a la producción teórica actual, nos llevan a un punto de inflexión. Si bien su lucha se centró en la afirmación de una identidad como acto radical, el debate actual ha evolucionado para incluir la deconstrucción de las estructuras de poder que hicieron necesaria esa lucha. Es aquí donde el rol de los teóricos y activistas varones, que critican el patriarcado desde su propia posición, se vuelve crucial y complementario a las luchas que hemos explorado.

La emergencia de los estudios de masculinidades, en particular en el contexto argentino, ha introducido un actor y una perspectiva distintos a los discursos que analizamos. A diferencia de mi posición de 2016, que era la de un militante varón criticando al movimiento trans, los teóricos y activistas varones que hoy criticamos el patriarcado partimos de una reflexión sobre nuestro propio lugar dentro de la estructura de poder.

Proposiciones Centrales Los discursos de varones teóricos en el campo de las masculinidades tienen como núcleo central una serie de proposiciones que se centran en la deconstrucción del rol masculino hegemónico:

  • El patriarcado como una jaula: argumentamos que el patriarcado o la masculinidad hegemónica no solo oprime a las mujeres y las disidencias, sino que también limita y constriñe la vida de los propios varones. La masculinidad tradicional impone un modelo rígido de comportamiento (la prohibición de la vulnerabilidad, la agresividad, la falta de expresión emocional) que es perjudicial para nuestra salud mental y nuestras relaciones interpersonales.
  • Desnaturalización de la masculinidad: nuestro objetivo principal es desnaturalizar la masculinidad, es decir, mostrar que no es una esencia biológica, sino una construcción social y cultural. Al hacerlo, abrimos la posibilidad de que los varones puedan vivir y relacionarse de maneras más diversas y menos violentas.
  • Responsabilidad y alianza: reconocemos nuestra responsabilidad histórica y presente en la opresión patriarcal. Por ello, buscamos generar alianzas con los feminismos y los movimientos queer, no para liderar la lucha, sino para ser aliados en la deconstrucción de las estructuras de poder.

 

Posición de los teóricos de las masculinidades en 2016 y en la actualidad

En el contexto de 2016: en 2016, los estudios de masculinidades estaban ganando tracción en Argentina, en gran parte influenciados por el auge del feminismo y el movimiento "Ni Una Menos". La posición de los varones que se comprometían en pensar estas alianzas y estrategias por aquellos años era vista como un aporte crucial, ya que ampliaba la lucha contra el patriarcado al incluir a los varones no como oponentes pasivos, sino como sujetos activos de cambio. Su enfoque complementaba la teoría feminista al examinar el "polo opuesto" de la construcción de género y cómo este afectaba al sistema en su conjunto.

En la actualidad (2025): hoy, la relevancia de los estudios de masculinidades es aún mayor. A medida que el feminismo y el activismo queer han evolucionado, se ha reconocido la importancia de que los varones participen activamente en la deconstrucción de la masculinidad hegemónica. La posición de estos teóricos ha ganado legitimidad y ha influido en la creación de grupos de varones que se reúnen para reflexionar y trabajar en la erradicación de comportamientos machistas y violentos. Su aporte se considera fundamental para una lucha que busca no solo empoderar a las identidades disidentes, sino también desarmar las estructuras de poder desde su origen.

 

La posición de los varones en el contexto de discursos disidentes

Me parece hoy, que la posición de los teóricos de las masculinidades es, en sí misma, una forma de disidencia interna al propio colectivo de varones. Nos apartamos de la visión hegemónica de lo que significa "ser hombre" para proponer un modelo más ético, relacional y menos violento.

  • En 2016: nuestra disidencia era marginal y a menudo malentendida. Algunos sectores nos veían con escepticismo, preguntándose si nuestro rol era genuino o una forma de "apropiarse" de la lucha feminista.
  • Hoy: nuestra posición es vista como una disidencia necesaria y constructiva. No se trata de una lucha por el poder, como la que yo mismo describía en 2016, sino de un acto de deconstrucción y reparación. Mientras que mi visión original veía la identidad trans como un problema de "asimilación," hoy los teóricos de masculinidades vemos la masculinidad hegemónica como el verdadero obstáculo a derribar. Nuestro trabajo en la desnaturalización de nuestra propia identidad de género es el verdadero complemento a la lucha travesti por la afirmación de la suya. La alianza entre los feminismos, el activismo queer y los estudios de masculinidades es una de las mayores fortalezas del movimiento actual.

En la actualidad, en 2025, la posición de los teóricos varones enfocados en las masculinidades ha evolucionado desde una perspectiva complementaria a una alianza estratégica y fundamental con el feminismo y las disidencias. Nuestro rol no es simplemente el de "aliados," sino el de actores internos que desarman la estructura del patriarcado desde sus cimientos.

La masculinidad hegemónica como obstáculo central. Hoy, la teoría de las masculinidades sostiene que la masculinidad hegemónica es el verdadero enemigo del progreso en la equidad de género. Este concepto se materializa en una serie de comportamientos y estructuras que perpetúan la violencia y la opresión. No nos limitamos a describir este fenómeno; lo señalamos como la raíz de problemas sociales como los femicidios, la violencia de género, y la transfobia.

  • Violencia y control: la masculinidad hegemónica valida la violencia como un medio para mantener el poder y el control sobre los cuerpos y vidas de mujeres y disidencias. La lucha travesti, en particular, choca frontalmente con este obstáculo, ya que la violencia física, verbal y simbólica es utilizada para castigar a quienes se desvían de la norma de género.
  • Privilegio invisible: trabajamos para visibilizar el privilegio masculino, no como un beneficio personal a disfrutar, sino como una carga social que debemos desmantelar. Reconocemos que las ventajas sistémicas que obtenemos por el simple hecho de ser varones son inseparables de la opresión de otros, y que el primer paso para la deconstrucción es la conciencia de este privilegio.
  • Limitación emocional: el modelo hegemónico de masculinidad restringe la expresión emocional y promueve la competencia sobre la colaboración. Esta "jaula de hierro" emocional nos impide desarrollar relaciones sanas y nos aísla, impidiendo una empatía genuina con las luchas ajenas. La desnaturalización de nuestra propia identidad es el camino para liberarnos de estas cadenas.

La deconstrucción de la identidad de género masculina. Nuestro trabajo se ha vuelto más reflexivo y menos teórico. Ya no se trata solo de análisis académicos, sino de un llamado a la autocrítica radical y la acción personal. La deconstrucción de mi propia identidad de género masculina implica:

  • Reconocer la complicidad: admitir que, incluso sin intención, he sido parte de un sistema de opresión. Este es un paso crucial que rompe con la idea del "enemigo externo" y se enfoca en el "enemigo interno" que habita en los propios comportamientos y pensamientos. Y el manejo emotivo de las broncas que eso genera.
  • Un aprendizaje constante: la deconstrucción de la masculinidad no es un evento único, sino un proceso continuo de desaprendizaje de roles, normas y privilegios internalizados desde la infancia. Esto se manifiesta en acciones concretas como la corresponsabilidad en el cuidado, el respeto a la autodeterminación de las identidades y una escucha activa y sin prejuicios.
  • La vulnerabilidad como fortaleza: promovemos la idea de que la verdadera fortaleza no radica en la agresividad o la falta de emoción, sino en la capacidad de ser vulnerable, de reconocer el error y de pedir ayuda. Este es un quiebre radical con el modelo patriarcal de varón.

La complementariedad con la lucha travesti. Esta deconstrucción activa de la masculinidad se ha convertido en el verdadero complemento a la lucha travesti por la afirmación de su identidad.

  • Acto de creación vs. acto de destrucción: la lucha travesti y de las identidades no binarias es un acto de creación. Al afirmar su existencia, están construyendo nuevas categorías de ser, nuevas formas de vivir y nuevas relaciones con el cuerpo y la sociedad. Su lucha es por el derecho a existir en sus propios términos, como lo fue la lucha de Lohana Berkins por el documento de identidad.
  • Eliminar el obstáculo: nuestro trabajo como varones es, por el contrario, un acto de destrucción. Al desmantelar la masculinidad hegemónica, estamos eliminando el obstáculo que se interpone en el camino de esa creación. Estamos desarmando el sistema que dice "no puedes ser quien eres," "no mereces respeto," o "tu vida no vale." La deconstrucción de la masculinidad es la condición necesaria para que la afirmación de la identidad travesti no solo sea posible, sino segura y respetada. En conclusión, la evolución de la teoría de las masculinidades ha pasado de ser un simple análisis a ser una praxis política de desmantelamiento interno. Mientras las disidencias crean nuevas formas de ser, nosotros, los varones aliados, trabajamos para derribar los muros de la opresión, haciendo que la lucha de cada grupo sea no solo paralela, sino interdependiente.

 

Hacia una praxis del cuidado y la deconstrucción

A lo largo de este recorrido, mi reflexión personal y la teoría política han convergido para mostrar una verdad fundamental: el camino hacia la equidad de género no es unívoco ni simple. La deconstrucción de la masculinidad, a cargo de los varones, no es un acto de apropiación de las luchas de las disidencias, sino una condición necesaria para que la creación de nuevas identidades pueda florecer sin la amenaza de la violencia y la opresión. Mi propia experiencia, las enseñanzas de activistas como Marta Cesar y el legado de Lohana Berkins, me han mostrado que la teoría no puede desvincularse de la calle, que la identidad no es una abstracción, y que la vulnerabilidad de reconocer el propio error es la base de toda alianza genuina. Hoy, en 2025, la fuerza del movimiento reside en la sinergia entre quienes crean nuevas formas de ser y quienes destruyen los viejos muros. Es una danza de opuestos que se necesitan, donde el acto de amar y cuidar es tan revolucionario como el de desmantelar, y donde el verdadero poder reside en la capacidad de reconocer que la lucha del otro es también la nuestra.

 




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